martes, 10 de noviembre de 2009

Hacia la Liberación Personal / Por Bruce Lee


Tres espadachines se sentaron en una mesa en una atestada taberna japonesa y comenzaron a hacer ruidosos comentarios sobre su vecino, esperando llevarle a un duelo. El maestro parecía no percatarse de ellos, pero cuando sus alusiones se volvieron más rudas y acusadas, levantó sus palillos y, en un rápido gesto, atrapó sin esfuerzo cuatro moscas al vuelo. Cuando lentamente dejó los palillos, los tres espadachines rápidamente dejaron la estancia.
La historia ilustra una gran diferencia entre el pensamiento Oriental y el Occidental. El Occidental avanzado estaría intrigado por la habilidad de alguien para cazar moscas con palillos, y probablemente diría que no tiene nada que ver con lo bueno que es en combate. Pero el Oriental se daría cuenta de que un hombre que ha obtenido una maestría tan completa de un arte revela su presencia de mente en cada acción. El estado de totalidad e imperturbabilidad demostrada por el maestro indica su maestría de él mismo.

Y así es con las artes marciales. Para el Occidental los finger jabs, las patadas laterales, el puñetazo de revés, etc., son herramientas de destrucción y violencia, la cual es, sin duda, una de sus funciones. Pero el Oriental cree que la función primaria de tales herramientas es revelada cuando son auto-dirigidas y destruyen la codicia, el miedo, la rabia y la locura.
La habilidad manipuladora no es el objetivo del oriental. Está dirigiendo sus patadas y golpes a sí mismo y cuando tiene éxito, podría incluso suceder que se dejara fuera de combate a sí mismo. Tras años de entrenamiento, espera alcanzar esa soltura y equidad de todos los poderes, que es lo que los tres espadachines vieron en el maestro.

En la vida cotidiana la mente es capaz de moverse de un pensamiento u objeto a otro – "ser" la mente en vez de "tener" mente. No obstante, cuando estamos cara a cara con un oponente en un encuentro mortal, la mente tiende a bloquearse y pierde su movilidad. La blocabilidad o detención es un problema que frecuenta a todo artista marcial.

Avalokitesvara, la diosa de la piedad, es a veces representada con mil brazos, cada uno portando un instrumento diferente. Si su mente se para con el uso, por ejemplo, de una lanza, todas las otras armas (999) no serán de ninguna utilidad. Es sólo si su mente no se detiene con el uso de un brazo, sino que se mueve de un instrumento a otro, que todos sus brazos serán útiles en su grado máximo de eficacia.

A pesar de que la figura pretende demostrar que, cuando la verdad definitiva nos es revelada, incluso con mil brazos un cuerpo puede ser útil de una forma u otra. "El no tener propósito", "vacuidad de mente" o "no arte" son términos frecuentes usados en el Oriente para denotar el logro definitivo del artista marcial. Según el zen, el espíritu es amorfo por naturaleza y ningún "objeto" puede albergarse en él. Cuando nada es albergado allí, la energía psíquica es dirigida hacia él, y cuando la energía psíquica pierde su equilibrio, su actividad natural se vuelve restringida y ya no fluye más con la corriente. Donde la energía es dirigida, hay demasiado de ella en una dirección y escasez de ella en la otra dirección. Donde hay demasiada energía, sobre-fluye y no puede ser controlada. En cualquiera de los casos, es incapaz de adaptarse a las siempre cambiantes situaciones. Pero cuando prevalece un estado de "no propósito" (lo cual es además un estado de fluidez o no mente), el espíritu no alberga nada en él, ni es dirigido en una dirección; trasciende tanto el sujeto como el objeto; responde con vacuidad de mente a lo que quiera que esté pasando.
La verdadera maestría trasciende cualquier arte particular. Parte de la maestría de uno mismo la habilidad, desarrollada a través de la auto-disciplina, estar en calma, tranquilamente atento, y completamente en sintonía con uno mismo y lo que le rodea. Entonces, y solo entonces, una persona puede conocerse a sí mismo.